sábado, 23 de abril de 2011

Lo he vuelto a hacer

Dejar de poner los datos importantes, las reflexiones que me iban surgiendo en el momento. Y es que para esto de los diarios, descubro que lo que puedo escribir no es ni la mitad de lo que alcanzo a pensar.
Mucho de lo que sucedió en el auditorio de la Universidad no lo he puesto aquí. De alguna manera, la sensación de que ya habái sucedido se mantuvo.
Creo que este encuentro me ha acomodado muchas cosas. He descubierto mis partes débiles en esto de hacer y deshacer contactos.
Me descubro con menos amigos que antes, comprendo mi incapacidad para socializar desde un punto favorable. Me regocijo en exaltar ciertos aspectos, los cuales a algunos convencen y les otorga esa admiración y respeto y todo lo que me dijeron, pero no contribuye a considerarnos más cercanos ni mucho menos.
Cada uno de los asistentes se forjó su propia opinión, pero yo no tengo acceso a todas esas opiniones porque, a diferencia de otros encuentros, conviví menos con ellos. Por ejemplo, Walfred y Neftalí se desaparecían la mayor parte del tiempo. Juan miguel, cuyos cuentos siempre me gustan por hilaridad y su destreza en acomodar las palabras, es sumamente parco a la hora de comentar. Dio sus opiniones cuando se hablaba de la literatura en el norte pero no supe que más. Cielo, es una linda mujer, pero no hayo como ni de qué charlar con ella. Cármen también. Con Adelaida no es posible llegar a nada. Está tan ensimismada en los profundos porcesos de la ética de la estética, que además no acaba de cuajar del todo. Sofía estuvo muy esquiva y malhumorada conmigo.

lunes, 18 de abril de 2011

Sorpresas intelectuales

Entro de polizón en una clase en la que se pasan horas analizando la serie Futurama. El aprendizaje reflexivo basado en las series americanas. Si bien ya me lo esperaba, no deja de sorprenderme el que en la facultad de filología, cuyo nombre me suena a que ahí se hace una profunda vivisección de la comunicación humana, como desentrañando el corpus universal de algo cabrón, me salen con que basta con ver una caricatura americana. En fin. Si hay quien paga en euros para que le expliquen por qué le gusta mirar televisión, allá ellos.
Están son algunas de las sesudas conclusiones:
La digitalización contribuye a la oferta televisiva.
El público se segmenta y se especializa.
Un público que busca productos que se adapten a sus intereses.
El modelo de descarga hace que los expectadores establezcan sus propios horarios de ocio.
Un modelo que supone una mayor interacción con el público.
La publicidad basada en pocos medios tiene mayor poder de penetración que la que se apoya en muchos y diferentes medios.
La manera de construir mentiras y realidades está cambiando.
Aparecen y cada vez son más habituales las series de conjunto.
Nah, ganas de buscarle tres pies al gato cuando sospechan que tiene cinco. A mi parecer se trata de simple sentido común. No más.
Pero por más que quiero mantenerme incólume, otra vez comienzo a cabecear. Así que le digo por lo bajo a Alejandra que me voy de ahí y que ellame disculpe con sus amigas, a las que lo único que lamento es no poderles vender el libro.Luego ya reunidos cerca de la playa, me cuenta que al final de la clase, cuando el profesor se atrevió a sugerir la lectura de un libro, alguna alumna horrorizada puso el grito en el cielo. Por eso, no vayan por ahí lanzando pestes contra los compatriotas que casi no leen. Uno creería que en el extranjero son más afectos  a la lectura, pero en todos lados se cuecen habas. Alejandra ha visto muchísimos casos de apatía intelectual.

Todo mundo come pan

TODO MUNDO COME PAN
Y esto no es una simple perogrullada; Como decir que los mexicanos comemos tortillas. Aquí todo mundo come pan hasta el extremo de desconocer las tlayudas que trajo Walfred. Pues resulta que dejamos una bolsa con las que sobraban en la canastilla de los alimentos libres y aquellas acabaron directamente en la basura, sin que quien haya perpetrado la fechoría se preguntara si a alguien le habrían interesado. Afortunadamente antes de eso, en plena medianoche a Jorge, Adelaida y a mÍ nos dio hambre y hubo que recalentar unos frijoles refritos, un arroz y las tlayudas. Pero nos hacía falta algo picoso. Jorge se puso a rebuscar en los enfriadores y encontró un frasco con algo llamado Salsa Mexicana, envasado en algún lugar de La Rioja; La Puebla de Montalban, en Toledo.  Yo no sé ustedes pero a una salsa mexicana nunca se me ocurre agregarle azucar ni pimientos. El resultado era una cosa parecida al catsup, o quizá a las salsas de las pizzas congeladas.
Horas antes le jugué una broma a un argentino que anda de rol después de acumular tres semanas de vacaciones en su trabajo de programador analista. Le hice probar los chapulines que también trajo Walfred. a él le pareció carne seca, un poco saladita, ligeramente ácida, pero agradable al paladar. cuando preguntó qué era y le dije chapulines, se quedó igual. fue hasta que le dije: Saltamontes, cuando dejó de meter la mano al plato y prefirió no poner más a su pan tostado con salami.

Haymi es de Etiopía

Haymi es de Etiopía. Lleva 16 años en España. Nunca ha regresado a su país, pero mantiene el contacto con su familia. Se hablan casi todos los días. La situación de África es dramática. Gente de su pueblo muere de enfermedades ridículas o de hambre. Sus gobernantes compran aviones de guerra pero no gastan en alimentos. Ella lee mucho. Los libros de estudio, pero no le da tiempo leer poesía o narrativa. Quizá en algún momento compre un libro de cuentos.
Le he regalado uno de los míos.
Haymi se aleja a cada tanto de la mesa donde tomo mi café. Debe trabajar y las distracciones no se le permiten. Tiene un vecino mexicano y otro venezolano. Tiene un perro al que quiere mucho y que siempre le mueve la cola cuando por fin llega a casa después de levantar, día tras día, el tiradero que dejan los huéspedes del hostel. Haymi tiene una sonrisa que brilla. Tiene un cauce de palabras a la espera de quien abra el dique para derramarlas. Haymi se interesa y promete que mañana traerá dinero para pagar el libro. Le digo que mañana ya no estaré en Valencia y entonces me ofrece la mano, con todo y guante de latex, agradece mucho y asegura que lo va a leer poco a poco y que de alguna manera me hará saber su opinión. Me desea feliz viaje, toma su equipo de limpieza y se va por el pasillo donde aún le falta mucho por limpiar.

De precisiones y emociones

Los españoles son muy precisos. No le dan tantas vueltas a las cosas. Por ejemplo, el día que un profesor estaba en el estrado, le llegaron cantidad de llamadas porque se tenía que ir a otra conferencia y ya estaba retrasado. Mientras guardaba sus cosas y se deshacía en disculpas, en la sala algunos asistentes susurraban ¿Pero por qué no se va y se deja de estas chorradas? Vale, que ya se ha disculpado. Si por allá lo esperan, no tiene más que hacer acá. Y es que este académico es mexicano, luego entonces, sentía esa necesidad de decir y decir sin decidir.
Los españoles que opinaban, lo hacían en la mitad del tiempo que los mexicanos y generalmente con mayor claridad. Alejandra me contó varios casos de profesores que llegaban a dar su cátedra con la clase bien preparada, sus apuntes en media carta, y de una leída ya habían soltado todo lo que tenían que decir, sin divagar y sin datos innecesarios. Elena disfrutaba esas clases. Pero Miguel, el otro español fiel que teníamos, prefería un poco al vago de su profesor, que la mitad de la clase contaba anécdotas divertidas e interesantes para contextualizar su clase.
¿Y por qué digo esto? Porque al sujeto que controla el mostrador del hostel le ofrecí mi libro, y antes de terminar de hablar, me dijo un “NO”. Así, sencillo, sin palabrería. “Es que, así, sin conocerte, no”. Fue duro pero en cierto sentido más honesto. Otros me han soltado todo un discurso de que si no llevan dinero, felicidades pero quizá en otro momento, que les deje mi contacto y seguramente se animarán, me piden les explique casi todo el contenido y me dicen “qué interesante”. Otros rebuscan en los sitios de la ropa donde sería extraño llevar dinero menos en los bolsillos, la cartera o el bolso; sólo para poner de manifiesto que no llevan suelto (Cash, diría Zedillo, ante el artesano aquel).
Total que las palabras nos sobran a nosotros.
Y ya.

Quinta vez en Barajas

Algo tiene de siniestro el aeropuerto cuando está vacío y hay todo este movimiento interminable de escaleras metálicas, letreros que se deslizan hacia abajo, luces que parpadean en las pantallas. Y luego ese difuso rumor que no sé de donde proviene. Por momentos no quiero caminar porque me imagino el taconeo agrandado en esta grandiosidad de acero, cristales, luces, columnas, ascensos y descensos.
Me instalo en un banco, más tarde me voy a otro y así poco a poco me voy acercando a un par de pantallas instaladas en los pasillos. No creí que hubiera teles. Debe ser mi poca concurrencia a los aeropuertos. Pero ya que está, me acomodo y veo un reportaje sobre las cárceles de Madrid. Comparo mentalmente la situación de estos presos con la que he visto en los ceresos de Tlaxcala y de alguna manera la diferencia se diluye.
Pero de repente esto comienza a cobrar vida. Pasajeros arrastrando maletas se van arremolinando alrededor de las pantallas y yo no me puedo creer la tremenda necesidad de pantalla que tiene esta gente, hasta que caigo en la cuenta de que vienen expectantes por algo: hoy juega el Real Madrid contra el Barcelona. Con razón. La gente llega con vasos de cerveza. Parece indisoluble la relación fútbol-cerveza, como si el ritual estuviera incompleto sin uno u otro. Como oficiar misa sin hostias ni vino. El juego comienza e inmediatamente los ojos se enganchan a la pantalla. Cada acercamiento de los jugadores a la portería contraria tensa los miembros y las caras de los aficionados de uno u otro bando. De veras que intento emocionarme, pero no se me da. Si me mantengo aquí es porque estoy cabeceando y quiero aprovechar cada retazo de sueño que me desconecte el cuerpo.

No quiero pensar en doce horas de vuelo

Entre sueños escucho un dato que me resulta interesante: estamos viajando a ochocientos kilómetros por hora. Pienso en que a esta altura estamos describiendo un ángulo más largo. Si el avión descendiera unos cientos de metros quizá la distancia recorrida sería menor. No avanzo en la reflexión porque vuelvo a dormirme hasta que unos dedos largos y huesudos me tocan el brazo. Es la azafata que me ofrece los auriculares. Me los pongo, busco una canción cualquiera en el sistema de audio adosado al posabrazo del asiento. Comienza una película que a retazos voy viendo sin acabar de comprenderla del todo. No me importa, prefiero dormir.
Ya al final del recorrido, al momento de llenar las formas migratorias me entero que mi compañero de asiento es un polaco que lleva algunos años residiendo en México. Practico las cinco palabras que me sé en polaco y aquel se ríe esperanzado en que le ayude con sus datos para no echar a perder el papelito. Recuerdo que Bety pidió por el Facebook que le pasáramos datos de mexicanos (as) casados (as) con polacos (as). No le he escrito porque sentí que ya estaba bueno de machacar con Polonia.
Y acabo de machacar con Polonia. ¿Qué cosas no?